viernes, 13 de marzo de 2009

ACABAMOS PARA EMPEZAR DE NUEVO


Bueno, pues aquí estamos. La carrera se está acabando. Ya he entrado en el estadio y estoy corriendo los últimos 200 metros de rigor. Ya se ven los flashes y empiezan a oírse los primeros aplausos. Todavía me queda casi toda la vuelta, que aunque no me guste decirlo, se puede llamar casi de honor. La sensación de alivio va creciendo conforme se va acercando la meta. Todo empieza a ser agradable, el sentimiento no es todavía de alegría, pero sí empieza a entrar el aire en los pulmones con aparente facilidad. Las piernas siguen doliendo, el corazón sigue yendo a 1000, pero ya se empieza a sentir el efecto de las endorfinas. Parecía que no íbamos a llegar, y mucho menos ganando.

Es verdad que queda el trámite casi burocrático del control antidoping, que además en este caso metafórico se hace justo antes de cruzar la meta. Pero hay que pasarlo. No creo que haya problema, sobretodo porque la única sustancia seudo ilegal a la que he recurrido ha sido el famoso “Segoviano” (gran acompañante), y además en su clave de 8. Que como todos sabemos no deja huella visible en 48/72 horas. Es decir que con las precauciones oportunas y en condiciones normales la visita a los chupasangres no debe tener repercusión en la finalización de la carrera. Las posiciones se quedarán como están.

¿Qué que me pasa por la cabeza? Pues tengo en la cabeza todos lo tópicos que estamos hartos de ver en la tele. Me acuerdo de mi familia (aquí están incluidos mis amigos, que ya sabéis vosotros quienes sois), me acuerdo de lo que han tenido que aguantar, me acuerdo también de mis otros amigos, de mis compañeros pasados y presentes. También de todos aquellos que no han dudado en confiar en mí y conmigo. Y de una forma especial me acuerdo, y sin ningún tipo de rencor, de todos aquellos y aquellas que alguna vez desearon, pensaron y/o dijeron que yo no iba a llegar a ningún sitio. Porque los ha habido. ¿Y por qué este último recordatorio? Pues porque sí, porque me lo debo a mí mismo, porque considero un placer y un lujo el poder permitirme sentir que tenía razón, que no estaba equivocado y que el camino era el correcto. ¿Actitud egoísta? Pues sí, para mí y para mis muertos. Que por cierto también va por ellos en general, y por EL en particular.

El veredicto de los chupasangres me dará el último empujón. No es un trámite que me resulte agradable, pero hay que pasarlo y ya está.

Lo bueno de todo esto, además de esta sensación de euforia sostenida que durará lo que tenga que durar, es que justo cuando cruce la meta, en ese preciso instante, acaba una carrera, dejarme que repita que muy dura, y empieza otra nueva, que ya veremos como afrontamos. Acabamos para empezar de nuevo.

Se celebrará.