“Ley de vida”, madurar, ser consciente de su existencia, perpetuarse en el tiempo, temer, huir, afrontar, en definitiva poner en valor ir “Sentado la Cabeza” no es una decisión que esté en sus manos. Muy por el contrario es algo que le viene impuesto por su propia naturaleza de humano.
Sus experiencias, sus vivencias, sus triunfos, sus derrotas, sus incidentes, sus accidentes (en piel propia, o en la piel de sus hermanos) le aclaran de forma cruel la realidad a la que está hipotecando su vida. Hipoteca rocosa que dificulta la conjugación en tercera persona de su propia vida, ya sea en “su singular” o en “su plural”.
Cuando se trata de “su singular” la lucha es afrontada con su decisión, con su duelo, con su desafío, y encaja los golpes apoyando su debilidad en la fortaleza que ha construido a su alrededor. Cuando se trata de “su plural”, siempre fuera de sus dominios acorazados, la lucha cuerpo a cuerpo se convierte en batalla desigual, obligándole a sufrir infinitamente cuando la sangre aparece en la piel de uno de sus hermanos. Viéndose obligado a compensar en su balanza de brazos asimétricos, la pesa de su sufrimiento contra la realidad aliada de su vida. Alianza que no le permite permanecer oculto en su esquina protectora cuando de sentir su vida se trata.
Convencido de que su vida es para vivirla a pesar de que la caída de su angel haya hecho retumbar su punto seguro, no pierde el tiempo en analizar la razón del pliegue de las alas de “su plural”, si no que queda a la espera, con su impaciencia irracional, de poder obligar a su angel de alas plegadas a levantarse, aún sabiendo que las nuevas cicatrices se conjugan para todos en plural.
Sus experiencias, sus vivencias, sus triunfos, sus derrotas, sus incidentes, sus accidentes (en piel propia, o en la piel de sus hermanos) le aclaran de forma cruel la realidad a la que está hipotecando su vida. Hipoteca rocosa que dificulta la conjugación en tercera persona de su propia vida, ya sea en “su singular” o en “su plural”.
Cuando se trata de “su singular” la lucha es afrontada con su decisión, con su duelo, con su desafío, y encaja los golpes apoyando su debilidad en la fortaleza que ha construido a su alrededor. Cuando se trata de “su plural”, siempre fuera de sus dominios acorazados, la lucha cuerpo a cuerpo se convierte en batalla desigual, obligándole a sufrir infinitamente cuando la sangre aparece en la piel de uno de sus hermanos. Viéndose obligado a compensar en su balanza de brazos asimétricos, la pesa de su sufrimiento contra la realidad aliada de su vida. Alianza que no le permite permanecer oculto en su esquina protectora cuando de sentir su vida se trata.
Convencido de que su vida es para vivirla a pesar de que la caída de su angel haya hecho retumbar su punto seguro, no pierde el tiempo en analizar la razón del pliegue de las alas de “su plural”, si no que queda a la espera, con su impaciencia irracional, de poder obligar a su angel de alas plegadas a levantarse, aún sabiendo que las nuevas cicatrices se conjugan para todos en plural.