viernes, 5 de diciembre de 2008

¡¡¡¡APLÍQUESELE!!!!

Si tuviera más paciencia………pero es que no la tengo. Soy impaciente, lo siento, lo que quiero lo quiero ya. Pero eso nunca me pasa con las cosas fáciles de conseguir. Siempre tengo interés en lo complicado, en lo difícil. Y cuanto más se me complique la cosa, más interés y más impaciencia me genera el asunto.


Debe ser humano, y seguramente le pase a todo el mundo, pero a mí la impaciencia me resta mucha tranquilidad, me quita parte de mi calidad de vida y entiendo que debería ser una variable controlable por una persona relativamente equilibrada (¿?) como yo. Pero no lo puedo remediar. La impaciencia me hace cometer errores, me hace estar irascible, me hace buscar alternativas que nunca tomaría si no en momentos de crisis y tirar de mis recursos más especializados agotándolos.


Eso sí, la impaciencia hace en mí el mismo efecto que la “nitro” en los coches. Es como ahora el famoso “PTP” (push to pass) de los coches de F1, te pone de 0 a 100 km/h en menos de 4 segundos, pero con la diferencia, en mi caso, que el botón me lo pulsan, y a ver en que situación me pillan. Si voy por autovía con poco tráfico, bien, porque me da un “subidón” que me hace acordarme de que estoy vivo. Pero como me pulsen el “PTP” en carretera de montaña, lloviendo y con niebla, la hostia es segura. Y ese es el problema. Puede ser divertido, pero al final hay hostia.


Y todo por ser impaciente con las cosas que quiero. Por no tirar del repertorio de refranes de Don Camilo, que sabéis que “Tranquilidad y Buenos Alimentos” es consigna repetida por mí. Pero por favor ¡¡¡¡¡¡¡¡aplíquesele!!!! cuando sea menester y entonces otro gallo nos cantará.

miércoles, 22 de octubre de 2008

HOSTIAS COMO PANES

En esta entrada vamos a intentar ser menos retóricos, las quejas han sido tenidas en cuenta, y la parte literato-filosófica la dejamos de lado. Lo que si es cierto es que ir con el pecho descubierto es bastante más complicado que ir amparado en las metáforas. Pero es mejor recibir alguna hostia que otra, que quedarse con “lo tenía que haber intentado”.

Esto último, aunque real, es complicado de asimilar y de imponer como especificación de funcionamiento. Se ponen por medio la dignidad, el miedo, la vergüenza y sobretodo el orgullo. Y se hace cuesta arriba tomar ciertas decisiones y realizar algunas acciones, que seguramente no siendo capaces de cambiarnos la vida a estas alturas, sí que darían un aliño diferente a la ensalada de lechuga y tomate de todos los días.

Esta claro que a nadie le gusta recibir hostias, pero lo que también es cierto es que por miedo a ellas no se puede quedar uno mirando al infinito. Ya conocemos el sabor de las hostias, y lo que pueden doler en un momento determinado. Pero es muy difícil que este tipo de hostias que se dan con la mano abierta, te hagan tambalear. De hecho, lo normal es que acaben haciendo reír a ti y, sobretodo, a los que tienes alrededor.

Uno puede tener el motor engrasado funcionando y acelerado, pero si no pisas el embrague y metes la marcha, aquello hará mucho ruido pero no se moverá del sitio. Y creo que veinticuatro meses con un magnifico coche pero sin moverme del sitio ha sido demasiado tiempo. Tener de nuevo la sensación del aire en la cara, sentir miedo a la hostia, e incluso tener que arriesgar con mano de cartas ajena, hace reaccionar a cualquiera. Hasta al que ha estado escondido en el hielo. El coraje está en que haya tenido que ser alguien que pasaba por allí quien, sin saberlo ni quererlo, haya arrancado el motor, metido la marcha y acelerado….carajo.

Así que creo que el honor y la satisfacción de darme una hostia se la ha ganado esta persona que sin darse cuenta me ha devuelto al movimiento.

La hostia será servida en bandeja cuando llegue el momento. Aunque sinceramente espero que ejecute el derecho de no darla, y si la da, que sea de verdad con la mano abierta.
Por si pica

lunes, 6 de octubre de 2008

SU FLANCO DÉBIL

Su fortaleza construida a base de remiendos a daños infringidos en campañas anteriores, algunas de ellas históricas, tiene un Flanco Débil, su Flanco Débil, el mismo de siempre. Da igual que sea conocida la maniobra que debilita su flanco. No importa que se aumenten de forma desmesurada las defensas y los esfuerzos en ese flanco. La selección de la campaña y el análisis exhaustivo del enemigo no importan. El ceder territorio en ocasiones para evitar la confrontación tampoco es llave de la puerta correcta. Sigue y seguirá siendo su Flanco Débil.

Su fortaleza, que comenzó siendo una simple torre vigía, se ha ido convirtiendo a base de acumular sus victorias y sus derrotas en un castillo casi inexpugnable a la vista de cualquier estratega que pretenda un ataque directo. Cada una de sus victorias ha añadido firmeza a la estructura central de la fortaleza. Cada una de sus derrotas ha convertido en nudo rocoso las roturas aceptadas. Y su conjunto deja ver una construcción firme, segura, resistente y a veces inalcanzable. Pero la realidad es que tiene un Flanco Débil. Su Flanco Débil.

Un Flanco Débil es fácilmente asumible en batalla. Cualquier estrategia de ataque o incluso de defensa domina esta variable con sencillez. No debe existir un riesgo más allá del asumido a priori. Pero en el caso de su Flanco Débil es diferente. Cualquier daño aceptado por su Flanco Débil, interesa a toda su fortaleza. Si bien en su Flanco Débil no existe ningún pilar principal, la distribución de esfuerzos obliga al resto de la estructura a temer su colapso cuando el daño es recibido, o incluso intuido.

A pesar de ello, su fortaleza es firme. Temer por su colapso no hace si no ampliar su resistencia. Y aunque su miedo se ha convertido en crónico, la realidad es bien distinta. El colapso no es una opción y para su historia presente se han terminado los puntos de no retorno. La batalla será librada, las debilidades aparecerán, su Flanco Débil estará ahí, pero la fortaleza ampliará sus dominios y sus rasgos cada vez más perfilados harán crecer la discontinuidad en la unión entre su cielo y su tierra.

lunes, 22 de septiembre de 2008

DOS CUMPLEAÑOS SON MEJOR QUE UNO

“Ley de vida”, madurar, ser consciente de su existencia, perpetuarse en el tiempo, temer, huir, afrontar, en definitiva poner en valor ir “Sentado la Cabeza” no es una decisión que esté en sus manos. Muy por el contrario es algo que le viene impuesto por su propia naturaleza de humano.

Sus experiencias, sus vivencias, sus triunfos, sus derrotas, sus incidentes, sus accidentes (en piel propia, o en la piel de sus hermanos) le aclaran de forma cruel la realidad a la que está hipotecando su vida. Hipoteca rocosa que dificulta la conjugación en tercera persona de su propia vida, ya sea en “su singular” o en “su plural”.

Cuando se trata de “su singular” la lucha es afrontada con su decisión, con su duelo, con su desafío, y encaja los golpes apoyando su debilidad en la fortaleza que ha construido a su alrededor. Cuando se trata de “su plural”, siempre fuera de sus dominios acorazados, la lucha cuerpo a cuerpo se convierte en batalla desigual, obligándole a sufrir infinitamente cuando la sangre aparece en la piel de uno de sus hermanos. Viéndose obligado a compensar en su balanza de brazos asimétricos, la pesa de su sufrimiento contra la realidad aliada de su vida. Alianza que no le permite permanecer oculto en su esquina protectora cuando de sentir su vida se trata.

Convencido de que su vida es para vivirla a pesar de que la caída de su angel haya hecho retumbar su punto seguro, no pierde el tiempo en analizar la razón del pliegue de las alas de “su plural”, si no que queda a la espera, con su impaciencia irracional, de poder obligar a su angel de alas plegadas a levantarse, aún sabiendo que las nuevas cicatrices se conjugan para todos en plural.

viernes, 19 de septiembre de 2008

"SENTANDO LA CABEZA"

“Estoy sentando la cabeza”,
“No es lo que tengo, es lo que soy”,
“Cheers Mate!”,

“Cuando el amor llega así de esa manera…uno no se da ni cuenta”,
“Siempre ha habido ricos y pobres”,


Son tantas las frases hechas que se integran en su vida en determinados momentos. Quedan grabadas en su memoria interna y le marcan claramente la actitud de sus piernas con respecto a su suelo. Suelo que no siempre está firme. Con sus sentencias ácidas y efervescentes trata de instigar a los que tiene alrededor a que intenten afianzar ese suelo a punto seguro, evitando que el hipérbaton en que se ha convertido su vida le desmorone la fortaleza que se ha construido alrededor de sus partes blandas, ya cicatrizadas de batallas pasadas.